Epigrama. Irrevocable destino de un autor silbado
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Porque amenazas trágica ruina ¡oh! tiempo a la gran mole sacrosa… que en bóvedas soberbias se levant… honor de Tibre, la ciudad latina y cuanto existe a perecer camina
En un cartelón leí, que tu obrilla baladí La vende Navamorcuende... No has de decir que la vende; sino que la tiene allí.
Laso, el instante que llamamos vid… ¿es poco breve, di, que el hombre… su fin apresurar? O los que al mun… naturaleza dio males crueles, ¿tan pocos fueron, que el error di…
En la gala y compostura que a nuestras jóvenes das, Lesbia, tu invención se apura; si las dieras tu hermosura, nunca te pidieran más.
Vicios corrige la vivaz Talía, con risa y canto y máscara engaños… y el nacional adorno que se viste. Melpómene, la faz majestüosa bañada en lloro, al corazón envía
Ayer Don Ermeguncio, aquel pedant… locuaz, declamador, a verme vino en punto de las diez. Si de él te… sabrás que no tan solo es importun… presumido, embrollón, sino que a t…
Lesbia, tú que a las bonitas añadir adornos puedes; como a todas las excedes, de ninguno necesitas.
¿Qué acecho de dolor el alma vino a herir? ¿Qué funeral adorno es és… ¿Qué hay en el orbe que a tus luce… el llanto que las turba cristalino… ¿Pudo esfuerzo mortal, pudo el des…
Cupido no permite que mi canto celebre los héroes que la fama coronó de laureles. Él me inspira dulzuras
El que inocente la vida pasa no necesita morisca lanza, fusco, ni corvos
No pretendas saber (que es imposib… cuál fin el cielo a ti y a mí dest… Leucónoe, ni los números caldeos consultes, no; que en dulce paz, c… suerte podrás sufrir. O ya el tona…
Este es Guadiela, cuyas ondas pur… van a crecer del Tajo la corriente… esta la selva deliciosa, donde Horas del ardor estivo las bellas hamadríades, formando
Flumisbo, el celebrado cantor de Termodonte, por quien grato a las musas fue de Dorisa el nombre, ya las sombras habita
Cesa en la octava noche el ronco e… de la sangrienta, militar porfía: el campo godo destrozado ardía con llama, que descubre estrago ho… Rodrigo en tanto, su peligro viend…
¿Ves cuán acelerados, Nísida, corren a su fin los días? ¿Y los tiempos pasados, cuando joven reías, ves que no vuelven, y en amar porf…