Lo vieron recoger papeles viejos
y estamparles su firma, con un trazo
claramente impreciso, tosco el brazo
que perdiera, de antaño, los reflejos...
Aleve trabazón de los espejos,
absurda como el beso y el abrazo:
con el mundo «vulgar» cortó su lazo;
miró a la «sociedad» desde lo lejos.
La alborada – que rueda– hoy lo sorprende
frente a la multitud que le reprende
su facha, su “apestosa” humanidad...
Pero el hombre en su credo se hunde más:
el mundo es quien va loco, y no comprende
la razón en que giran los demás.