Tarantela infantil
Del libro El tiempo niño
Mi padre era un hombre terrible. Hasta lo peor medró en su boca. Me llevó a pensar a punto y lugar donde se piensa: En las barbas de un hombre se ocul…
Habla en mi voz, en mí dormita. Roja el alma, entra en mi piel: sedúceme. Sintamos
—Entonces el bronce rodó por la pe… desenredando voces estridentes o a… En profusión formaron la noche de… una a una contaron historias verda… Una tras otra, otra tras otra, otr…
—¿Y si despierto? ¿Y si me inundo de grácil brillantez —de ruidosa mudez— en la redonda noche?
Un día el zorro encontró un ramillete de uvas, después de no haber tenido bocado en las noches últimas. El animalito dio
El payaso da volteretas en la rama… sin tronco sin raíces sin corteza… alocadas cabriolas de frac y tromp… el payaso vuelca el esplendor igua… flanco derecho flanco izquierdo re…
—De la noche salgo, de su vientre dorado, para dar cuenta y fe
Vives aquí. Estás plantada —árbol que en los albores del mund… en el más amplio salón de mi memor… En mi memoria duermes y en mi memo… cada tarde, ligera.
En verdad, si yo fuera un hombre y no un meta… me iría con la brisa a empujar el… miraría los cúmulos rendirse de in… y moteado de lluvia viviera el des…
Parques. Aceras. Cines. Humo. Etc... Y la avenida, rabiosamente iluminada, hendida por automóviles inexorables, descendiendo como un gran río negro, arrastraba en sus aguas la vanidad y...
Entonces habló el ángel (y miré y me vi y me vi hombre y sentí lástima de mí):
¿Quién desafía al guerrero invenci… colocado a la puerta de una muerte… Los amantes. Ellos paralizan estancias. Bajo penumbra se eternizan secreto…
Llueve. Llueve. Lo gris. La tran… Las casas amorradas. Los cristale… empañados. El frío en los metales. El recuerdo del vicio y la apetenc… Llueve. Llueve. Golpea con insist…
Cuando nos fuimos a vivir al campo, nuestro padre nos habló de los hurones. —Son animales huraños... ¡ah!, y muy feroces, que destruyen la crianza de gallinas. Devoran huevos y polluelo...
Cuando gane mi partido, temprano o tarde será —chilla una rata—, podré fundar mi Universidad. Con tres coimas de cien duros