Ecos De Ausencia
Ecos de Ausencia
Y un día, despertarás en un silencio absoluto:
ninguna sinfonía de pies pequeños, ningún zumbido
de caos armónico. Solo el suave repiqueteo
de las implacables páginas del tiempo, pasando.
La bañera, antaño un cofre del tesoro
de barcos de espuma y sueños de goma,
ahora solo contiene agua. No hay pelotas sueltas
junto al lavabo, ni muñecas durmiendo la siesta en el sofá,
ni héroes de plástico esparcidos como votos olvidados.
Los pasillos se extienden, huecos e interminables,
sin risitas escondidas tras el velo de la hora de dormir,
sin historias suplicando de labios somnolientos,
sin susurros de medianoche para arropar,
sin respiraciones tejiendo sueños en la oscuridad.
La despensa rebosa de polvo y recuerdos,
platos de más en la mesa. Reina el orden:
no hay mochilas que desparramen aventuras junto a la puerta,
no hay crayones que destiñan color sobre los escritorios,
no hay montañas de ropa sucia que desafíen el cesto.
Las camas se mantienen hechas, demasiado perfectamente hechas.
Y un día, te sentarás en la sabiduría del sillón,
un libro cargado de años sin leer. Cada página
un fantasma de pequeñas manos que una vez las pasaron.
Lee despacio. Las palabras que omites
son las que nunca regresan.
Esto es la vida: un jardín de dejar ir,
donde riegas las raíces
largas, la tierra guarda secretos que abarcas.
El tiempo allí se dilata y avanza,
mientras brota en tu ser nueva esperanza.
—Luis Barreda/LAB
