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Lluvia en noviembre

Buenas noches, días, tardes, ya no se amada mía, desde que te tengo en mi mente ya el tiempo no lo mido con manecillas y segunderos, sino entre un breve encuentro y el otro contigo . mi mente no para de pensarte, mi corazón de latir, mi cuerpo de extrañarte, mi boca seca de desearte. Sin embargo, el motivo principal de esta carta en esta oscura noche de noviembre, donde el frío toca a mi puerta y lo único que me mantiene vivo es el fuego que siento por ti, es de confesarte que me siento terrible al saber que quizás por las secuelas de la guerra, o más por los genes heredados a mi padre, siento siempre el profundo impulso de ser el primero, de ganar guerras verbales, de tener siempre la razón y ganar las batallas a costa de perder momentos, perder vida y tiempo. Desde entonces es bien sabido que me rodeo de buenos cortesanos, geniales consejeros y acompañantes brillantes, que siempre me hacen razonar en medio de mi terrible locura y mi compleja personalidad, el expresarte mis más sinceras disculpas por no llenar a veces mi mente de noble compasión y pensar más con terrible y monstruosa pasión. con esto quiero decir amada mía, que mi deseo mas próximo y si tu me lo permites, es que mañana me visites querida, y me acompañes en la noche, no importa si el tiempo es largo o corto, si se extiende o se acorta, al fin y al cabo todo se detiene alrededor cuando estoy contigo, y por la venerable virgen que me protege cada día, no escatimare ni dejare de perder un instante contigo, por el hecho de dejarme llevar por pensamientos vanos y vacíos.

Te deseo pronto mas allá de mi mente, de nuevo cerca a mi.

siempre tuyo.

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