Dentro, en el pozo recóndito de un armario que no columbra
la humedad empoza su aliento en la ropa de invierno del poeta,
ropa colgada,
lienzos de papel que resaltan un paisaje de versos,
con relieve de la tinta que huele a los dejos del tiempo;
los años arrojaron sobre los versos el polvo de los sueños
versos vírgenes con la ilusión de algún día ser tocados,
sus huesos roídos son la memoria del olvido
atrapados en las púas de la vida.
La torre de poemarios que adornaba sus paredes de madera
se desplomó como el suspiro del agua
cuando los cimientos de sus versos se
quemaron en el hielo de la oscuridad,
pasaron incólumes ante los ojos del mundo
cuya mirada enceguecida
sembró flores marchitas
y ahora, es una tumba de madera mohecida.
Jamás las puertas del armario escucharon las voces de los versos,
hoy, solo son el espejo perpetuo
del látigo que lacera la agonía
cuando el poeta en sombras frente a ellas
vierte el chorro herido de recitales
en la copa en que bebió
sus sueños
de cristal.
2015