Magda Lara C.

LA CELDA

Encadenada a mi existencia
veo el vuelo de las aves desde mi celda,
alas ajenas que atraviesan océanos verdes,
lluvias tormentosas
pero pisan los soles de cumbres montañosas.
 
Y yo, al halar mis cadenas
me estrello con los barrotes
del único agujero por donde veo
la cabeza del aire fría bajo su sombrero negro,
se desdobla al término de su amorfo espacio,
sin molde, sin estrellas
estrellas que huyen de mi tacto.
 
Regreso la mirada a los barrotes,
me estrello contra sus tridentes
que afilan sus dientes estridentes
para desplumar la cama de los sueños
donde mis sueños soñaban tener alas…
en la muñeca porta esta tortura
su reloj con manecillas de tortuga.
 
¿A dónde va la negritud del aire?
¿A dónde voy?
¿A qué he venido?
Un ave muerta ha nacido.

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