Magda Lara C.

LA POESÍA I

Una hoguera que ahoga mis lamentos
mis ruinas, mi penuria, mi vida.
 
Cuando en estado de fruta verde
esperas la chispa que se escurre de mis dedos
y mis dedos dibujan el mapa de mi pena,
entonces se enciende tu alma,
beso el consuelo de tus labios de fuego
que crepitan mis más hondos secretos,
y mis penas son ya tan sueltas como un bravío río al mar.
Y también el tiempo arde en tu hoguera
se deshace como la arena fugitiva entre las aguas de los dedos,
y mi cuerpo arde como el tiempo
quedando espesamente atrapados en la red ardiente,
en una telaraña purificadora
que consume mis desiertos,
Traduce mis silencios,
Evapora mi fría niebla,
su llama abrasa mi dolor y lo cobija entre sus brazos,
me mira callada,
encoge sus piernas, ondea su ya pequeño pecho, esconde sus brazos
y cierra sus puertas,
se apaga su faro,
me rodeo de las cenizas de mi cuerpo y del tiempo
que me jalan la camisa y me lanzan a la extrema realidad, al hastío diario,
El fuego es efímero
y las cenizas de nuevo se vuelven carne.
La avidez de las horas quiero,
vestidas de viento
envueltas en su fugaz aliento
para llevarme de vuelta a la cueva
donde encenderé otra nueva hoguera.

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