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Las pirámides

Contra el tiempo, el caos y el azar,
contra la duda y la rutina,
contra el horizonte de los vastos arenales de Gizeh,
los faraones de la IV Dinastía
Keops, Kefrén y Micerino
ordenaron que se alzaran las Pirámides,
los monumentos absolutos de su gloria.
 
Entonces
el labriego fue obligado a abandonar sus tierras
y el pastor fue obligado a abandonar sus cabras
y fueron, en Gizeh, carpinteros y albañiles,
bestias de tiro cubiertas de sudor.
 
Y del desierto se elevó la piedra
como la eternidad desde el fondo de la Historia.
 
El cabrero no vio más sus cabras
ni el labriego pisó más sus tierras.
El nombre de ellos es plural como lo es el polvo.
 
Pero Keops, Kefrén y Micerino,
que tenían voz para mandar,
sueños de grandeza
y manos para el ocio,
atestaron con sus nombres la IV Dinastía.

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