Era una persona poco fácil de entender, él mismo decía no saber por qué hacía las cosas. Decía ser un caos. Y aunque yo tampoco lo entendía en ocasiones, lo aceptaba, porque en ocasiones no se trata de entender, sino de aceptar.

Cuando amas a una persona aprendes a reconocer y amar cada cualidad y defecto de ella, ambos con la misma intensidad, porque un defecto se complementa con una cualidad y ambas dan como resultado la esencia del ser mismo. Su esencia era el caos, una constante batalla entre su ying y yang. Un mar de emociones y acciones, con un fuerte oleaje capaz de llevar el barco más resistente hasta las profundidades más oscuras del mar. Lo que pocos saben es que en esa oscuridad donde pocos saben sobrevivir y piensan que están perdidos, es en realidad el lugar donde se encuentra su esencia, oculta para aquellos ciegos que solo ven belleza en la luz, pero descubierta para aquellos que también ven belleza en la oscuridad, porque no se trata de ver con los ojos, se trata de ver con el alma, y tú eras el caos lleno de oscuridad más hermoso que jamás haya visto. Porque el caos también es belleza, belleza porque es sinónimo de libertad y tú eras siempre libre.