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La irónica maravilla del sufrimiento

"Me doy cuenta de que a mi mamá no le gusta el dolor, cuando ve dolor se enoja y la entiendo. Tanto dolor junto desde muy chica. No le gusta el dolor ni en las películas. Si le recomendás un drama, te dice "para dramas está la vida". "

Magali Tajes.

Siempre he pensado que uno de los peores sentimientos es el de sentir que el dolor que cargas por dentro es tan fuerte y tan grande que no hay lagrimas que logren brotar (y si brotan no alcanzan para descansar), palabras que logren expresar, ni manera de como liberar esa presión que te oprime el pecho cada vez más, esa sensación de algo que te lastima por dentro, pero que por fuera no te quiebra ni un cabello.

He pensado que con los años y la vida todo se aprende, en especial a sufrir. Aprendemos a sufrir incluso al llorar desde el momento de nuestro nacimiento, quizá ya sabemos a lo que venimos, ¿no?

Desde muy chicos se nos enseña que la vida es dura, que debemos plantarnos fuertes y echar raíces para que los golpes no nos derriben. Que te estremezcan sí, de derecha a izquierda, de adelante hacía atrás, en remolino si a la vida le apetece, pero que nunca te tumbe, ni te arranque las raíces. Venimos predispuestos al sufrimiento, lo cómico es que nunca estamos preparados para ello. Que con cada golpe aprendes y te haces más fuerte, sí. Aprendes, claro que aprendes, pero ¿el siguiente golpe no te duele? La vida viene siendo semejante a un ring de boxeo. Entrenas, te preparas, recibes un golpe, duele, recibes dos golpes, duele, recibes 3 golpes, sangras. Te detienes, respiras, tomas agua, te recuperas, vuelves a luchar, vuelves a sangrar.

Evidentemente con los años, la vida, experiencias y muchos golpes, aprendes a manejar las situaciones, los lamentos, las decepciones, los desamores. Aprendemos a sufrir, y a manejar los sentimientos, pero por más que se aprenda sufrir y sanar, el nuevo golpe siempre dolerá, sangrará, maltratará. Eventualmente desaparecerá, pero recuerda, esto es un ring de boxeo y tú oponente más fuerte es la vida misma y su ciclo de lucha.

Pero, ¿qué pasa cuando la vida no es tu oponente? ¿qué pasa cuando el oponente eres tú mismo? A la vida la golpeas, y no te dejas, pero... a ti ¿te golpearías?

Muchas veces en eso radica nuestro sufrimiento, cuando la vida no es quien nos golpea, sino nosotros mismos, es más difícil aprender devolver el golpe, es más difícil aprender a sufrir. No te atacas porque eres tú mismo, pero al mismo tiempo eres quien te da los golpes, incluso quizá, los más fuertes.

Sin embargo, no todo es sufrimiento en el jardín del Edén, porque si de algo estoy segura es que, así como la vida te golpea con dolor para enseñarte a sufrir y afrontar tus problemas, las mejores cosas de la vida también llegan de golpe sin avisar, como si la vida misma buscara compensar aquel dolor que tanto tiempo costó superar.

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