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Cuento de princesas 47

Un deseo...

Le pedí un deseo a los rastros de poesía que dejabas al tocarme, a tus ojos achinados con un fuerte resplandor, a tus manos agarradas con firmeza del colchón y a tu boca empapada de mi sexo y de sudor.
Y es tenerte nuevamente y acecharte en un rincón, pues sentirte entre mis brazos temblorosos es canción y enredarme entre tus dedos, desarmarme con pasión.
Pedí un deseo, recordarte sin dolor, y en los jardines del infierno el mismo diablo suspiró. En mi demencia esculpí tus besos y caricias con calor y ahora te siento entre mis morbos orbitando con amor, pervirtiendo mi consciencia con champaña y sin pudor.
Te acercas a mis sueños y así no puedo soportar, son las llamas de tus dedos que me logran despertar y en esas noche me desvelo imaginando tu mirar, agitado, sonriendo, sin poderte controlar, te recuerdo con mis manos y así logro engañar tanta sed acumulada de sentirte una vez más.

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