Cargando...

Teresa: 60

¡Ay!, estas noches de febril desvelo
siento sobre mi frente de tu mano
           las frías yemas,
y sobre el corazón me esparce el hielo
de la que viene el sueño, que es su hermano;
           pero no temas,
no he de temblar, Teresa, ante el Destino,
ni cerraré mis ojos a los ojos
           de nuestra madre;
no he de volver la cara en el camino,
donde las flores se han vuelto ya abrojos,
           y aunque taladre
ese hielo agorero mis entrañas,
iré sin vacilar a nuestras bodas,
           iré a tu lado,
y aun cuando hubiese que trepar montañas
de dolor y sufrir las penas todas
           del condenado.
Condenado a vivir en el tormento
de no vivir contigo ni morirme;
           mas ya me espera
la última noche; sopla ya su viento
sobre mi último lecho, y al dormirme
           no espero espera.
Espero despertarme entre tus brazos
hechos tierra mollar, fresca y oscura,
           hechos reposo;
espero atarme con eternos lazos
a la esperanza sin afanes, ¡pura,
           de Dios al poso.
No ai Dios que pasa, sino al Dios de queda,
no al Dios que vela, sino al Dios que duerme*
           tierra su almohada;
cuando al fin del afán librarme pueda,
bajaré junto a ti indefenso, inerme...
           la vida es nada...

Preferido o celebrado por...
Otras obras de Miguel de Unamuno...



Top