Cargando...

Endechas I

¡Adiós, mi dulce sueño!

¡Adiós, mi dulce dueño!
¡Adiós! Ya que la suerte
de tus hermosos ojos
separarme pretende,
porque en su saña injusta me aborrece.
 
¡Adiós, vida del alma!
¡Adiós, y para siempre!
Que en esos tristes climas
la pena de no verte,
sin duda alguna, me herirá de muerte.
 
¡Adiós! Yo te agradezco,
cual debo, los placeres
que, en días más dichosos,
me concediste siempre
sin pensar, tal vez, ¡ay!, que yo me ausente.
 
Amar nunca sabrían
los que apartarme quieren
del único embeleso
que hacerme feliz puede;
por eso ordenan que de ti me aleje.
 
De mis lágrimas tristes,
tiranos, no se duelen;
y sólo tú, benigna,
te afliges, compadeces,
y la honda herida de mi pecho adviertes.
 
En tu seno, los mares
que estos mis ojos vierten
recibe, pues, que el pecho
contenerlos no puede
al pensar que ya nunca podré verte.
 
Pero mi afecto síncero
no olvidarte promete,
aunque en climas extraños
vida infelice aliente...
¡Adiós, mi vida!... ¡¡adiós!!... ¡¡oh suerte!!...
Preferido o celebrado por...
Otras obras de Miguel Wenceslao Garaycochea...



Top