Son tus ojos Negros como la noche Y preciosos como la luna Los que deberían ser míos, Y no de ella.
Hace dos años un catorce de agosto se detuvo el tiempo en una estación. Por un accidente
Doce meses, un año Tratando de olvidarte. Once semanas, dos noches Pasando horas de insomnio. Diez días, tres almas
Siento tu cabello oscuro ahora en el viento diario, siento tus besos —el sabor de tus labios— en cada sorbo de chocolate.
Podría esperarte incluso mil años pero no vivo tanto y no puedo perder los años que me quedan por vivir
Han sido varios días, que percibo como siglos, desde que nuestros caminos tomaron rumbos distintos. Dime quien eres.
Tus ojos merecen versos pero yo no soy poeta y me cuesta demasiado definirlos con letras, escribirlos con tinta,
No, por favor, no te enamores de mí si te molesta que me ría constantemente, si te incomoda
No me gustaría dedicarte poemas, ni siquiera unas pocas líneas, ni canciones o dibujos, ni frases de amor ni de odio. Es más, ni siquiera quiero
Tengo la extraña habilidad de equivocarme en lo simple, de enamorarme de los errores, de tropezarme todos los días con la misma piedra de ayer.
A ti, que sin pretender cambiarme transformaste mi vida y me amaste aun cuando ni siquiera yo misma podía soportarme.
Cambiaste de vida, de ropa, de casa, de ciudad y de amor:
Di que me amas como se aman los sueños y dilo sin miedo. Di que me sueñas como se sueñan los amores
Está mi cuerpo lleno de firmas de huellas y marcas que guardan recuerdos —generalmente malos— que me impulsan a seguir
Sé que quieres conquistar a quien te ha cautivado; ella me quiso quitar cuanto había cultivado cuando decidió tomar