center «Y luego ¿qué harás tú cuando me v… No llores, mira, yo...» —y una furtiva lágrima en la saya se te cayó.
Una noche serena de otoño vi a la lívida luz de la luna de nuestro árbol temblar en la cop… una hoja ya última. Y al llegar la mañana siguiente,,
Las siglos son la historia, las horas el amor; va con la historia, gloria; con el amor, dolor Van pasando los siglos,
No lo dudes, Teresa, fui Ramee y tú fuiste Julieta; no hay más que una pareja, que el… nuestro inmortal poeta,, va sin cesar rimando en rimas vari…
Es á la sombra del silencio santo bajo el silencio de la sombra augu… lánguidamente va volando el canto de una campana sobre la robusta rocosa serranía á la que el llanto
De fruta henchido el árbol de la v… yérguese enfrente al árbol de la c… lleno de flores de aromosa esencia por Dios á nuestros padres prohibi… Mas el provecho por el goce olvida
A la puesta del sol la cruz de leñ… que tu frente corona, sobre la hierba de tu campo santo va alargando su sombra. Es el reló del Sol de la otra vid…
center Todos los de mi sangre, de mi raza… duermen en tierra; loes más desde hace siglos; en tierra mi Teresa...
«Sí, sí sí, sí...» Era el susurro… de agua que va a la mar, el canto del arroyo al sol tendido… letanía de amar... «Sí, sí, sí sí...» Y de tris labi…
Era hacia navidad, en el más breve día del año, cuando ya la nieve coronaba la sierra, y el sol, todo luz, más amortiguad… su fuego, se acostaba tibio en tie…
En el silencio estrellado la Luna daba a la rosa y el aroma de la noche le henchía —sedienta boca— el paladar del espíritu,
Vidas de otoño son, crepusculares, con un sentido ambiguo e indeciso, sin que se sepa qué es lo que Dios… al crearlas decir. Con su pesares oscuros cruzan los campos y lugare…
Peñas de Neila, os recogió la vis… de Teresa en Becedas que, moza, suspiraba la conquista de Jesús; alisedas del Tormes, las que veis vivir el…
Te vi pasar por el cielo anoche y resucité; raíces me dio el anhelo que prendieron en la fe. Sentí en las alas deshielo;
Mi corazón latía contra el hierro de la implacable reja; callábamos los dos y nos mirábamos a nuestras manos quietas. Por matar el silencio peligroso,