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Diez años.

Desde que llegaste no hubo más porque desde entonces todo fue eterno: caricias eternas, besos eternos...
 
Llegaste a mí como jarro de agua fría para abrirme los ojos, como soplo de aire fresco en mi cara... Pero lo mejor es que no llegaste, lo mejor es que ya estabas, aunque yo... no lo sabía.
 
Diez años, probablemente más, en los que te tuve ahí, en los que tus hombros fueron mi calma y tu pecho fue mi paz. Y yo... no lo sabía.
 
Diez años y ya eras mi abrigo y quien alegraba mis días y yo... aún no lo sabía.

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