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La sapa

le escribe su sapo

En su profunda desecación, el sapo se dejó. Le cayó la piedra del amor y cuando saltó, sintió unos ojos mirándole, una boca esperándole, un latido palpándole.
Era la sapa, ahora su sapa, la del corazón nublado. Ni lloviendo piedras, ni cayendo palos, podrían los sapos separarse después de haberse encontrado. Y eso que desde antes ya habían planeado, aguardar al tiempo donde el amor abrazaría al mal rato. Agradeciendo el sin querer queriendo cuando sin caminar se toman de la mano. Y van cogidos los sapos, caminando en tierra blanda sobre las rocas que la vida les manda.

Y, Arreola, les seguirá mandando. Sea la sapa del sapo por ser la sapa y su sapo.

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