No escribiré ningún poema. No hay métrica ni técnica en mi desasosiego. Esta es mi expresión (casi interna) de la eternidad de tu malestar: versar y versar sin percibir la verdad.

Ha pasado tanto tiempo desde que amaste por veces primeras, desde que compartiste el roce del alma sin pensar ni sentir que el tiempo avanzaría con el alba... dejándote blanco, sin aliento, y con el mayor pesimismo por generar la cumbre de tus días.
Te han quitado vida, pues vida misma has cultivado; carente de semillas, carente de ideas, has conseguido ganarte a pecho la batalla del mal contra su mala racha; la del verso sin beso, la del vacío sentido.

Y esta vez no has de culpar a nadie, sino a ti, a tu sujeto consciente que sin darte cuenta sigue creyendo en tu Idea; la del significante sin significado, que no asume ni trono ni princesa sin antes contemplarse a la par de las más sutiles letras. Ya no adscribes tu indolencia a una pasada incongruencia, más bien la remites en tu condena sin siquiera darte la más mínima pena.

Qué os ha pasado, qué nos ha pasado. Si al menos nos quedan las palabras, ¿por qué resucitar las letras veraniegas?