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A propósito.

Me duele el orto, no el orto vulgar popularizado por el cuerpo de las gentes, me duele el orto del espíritu. No me juzguen pues soy yo quien lleva esa subjetividad a su máximo escosor y la vuelve universal. Disfruto eso. No necesito terapia o capsulitas de bolsillo. Necesito que respeten el dolor, respeten las sensaciones de cada quien y más las mías y que si me pica el orto, yo misma pueda rascarlo, a mi manera, que para eso no se necesita todo un tratado, solo conocerme bajo mis propios principios.

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