El árbol de espirales busca esa flor que le acompañe todas se niegan flores excepto el diente sin amarre Cuerpo y tronco de árbol
Por un currusco de pan Cabalgas hasta mí, Y el hocico asomas tras las vallas… Rozando pómulo y crin Con mis manos tibias pido
Es el agua ese mal tan necesario que agasaja a los infantes y los calma con su ahogar. Así se siente un niño
—¡Eres artificial!— me digo mientras busco en lo casual, en lo orgánico, sentirme más capaz
Si te escribo es por inercia, por su ausencia, por aquella impotencia propia de la existencia de una conciencia
Niña en el tropiezo te cruzaste con la comba caíste en el enredo encerrada en su mazmorra Apretada en tu cuello
Fría y rosa la gula infante, y sabrosa, en la savia rebosante de su fresa lujuriosa. Ese pie de fresa esconde
En las llanuras del toral, tras la posada, se avista un columpio en una terraza, donde los niños juegan
Con la patita rota se acerca Baldomero, se acerca. Su pata en sangres mancha al gres de la terraza,
Hirviente besa la sangre en su ofensa pecaminosa al posarse sobre la carne desgarrada y tan sabrosa. Éxtasis quiso ser,
Este fermentado se ha adaptado a todas mis papilas gustativas; Media es la cerveza degustada, media, mi memoria olvidadiza. Embriágame la amargura de su lima,
Del anciano ciprés vuela el pato empujado por la brisa. Pasa mal rato, tiene prisa,
De papeles, la montaña que te ahorca en su sendero, todo aquel es testimonio si lo entierra su heredero. ¿Quién, tras ellos, escribe
Primera impresión de amor prohibido, aquella sensación que me posee porque has venido. En solo unas horas
Es para mí complicado dedicarte esta poesía: arte mayor la que exclamas, arte menor la mía. En danzas suena la música efímera