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Duermevela

Anoche soñé contigo,
y me vi caer.
Tus redes atrapaban
de nuevo, mi historia
después de todo.
Soportar temporales
nunca fue razón suficiente
para dar de lado al destino,
al amor,
al platonismo implantado,
influido,
de mi nueva casa desahuciada
del mundo de las ideas.
Un puñado de letras
ordenadas
que dan paso a la más pura incertidumbre.
Al qué hacer.
A la ancestral pregunta de la elección
de la razón,
de la pasión.
¿Debe ser más fuerte el orgullo,
el quererse
o las largas noches
sintiéndome tuya,
a lo lejos,
al no tocarte,
al querer hacerlo?
El barco navegaba
sin rumbo,
por la marea baja
que encallaba
mi sentido.
Y me estaba mareando.
Parecía tan real...
El viento gritaba
en susurros, tu nombre.
El sol tatuaba
tu pelo en mi piel.
La vida giraba, y fluía.
Tirabuzones de recuerdos
revolvían mis entrañas.
La sangre latía
pero no por ti,
era el calor.
El calor de la última noche.
El que me hizo odiarte.
Y en el momento de mi respuesta,
sonó el despertador.
“Sí”, salió de mis labios somnolientos
mientras el alba atravesaba las cortinas
de mi habitación.

(20)

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