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Todas las tardes se besan sus siluetas. ©

Poem and Rhápsoky © 2022

Se despierta todos los días con la luz del sol.
Graciosa invitada, vienes desde las nubes y en el mar.
Grande, muy grande, tan pequeña queda en tus manos
las fresas que me sirves cada día.
 
No sé a quien puedes salir, cuando digo que te amo.
Déjate llevar a un mundo de flores rosas rojas y blancas.
¿Quién se atreve a nombrarte con voz quebrada entre el cielo y el mar?
 
No he visto jamás tal semblante cuando digo que te amo.
¿Qué cara tendrías cuando aún no me conocías?
Pero yo se quien eres y qué hacías, antes de nacer.
 
Sin pensarlo ni un instante, el cielo se torna gris y penetra por mi alma.
Una barca a la deriva que cuida sus nasas, raídas por la mala mar.
Ya llegan las tormentas y nubes grises, oscuros.
Se rompen las nubes.
 
ya el abejaruco no canta y se espanta huyendo.
Tormentas. Ventiscas.
La naturaleza es más fuerte que el hombre, yo, ¿qué puedo hacer?
La mala mar sólo devuelve aguas oscuras
y las olas derrotan las naves que los pescadores protegían.
 
Ya has llegado, pero tu aún no te quieres ir.
Me lo dirás, me lo contarás, hasta parecerá que suplicas.
Pero ven que te abrace, que yo tampoco quiero que huyas.
No obstante, en un instante, vi nublados tus ojos por una nube oscura,
 
Siempre, para siempre, niña, llevas en tu pelo las rosas rojas,
y tu pecho henchido desprende el aroma de la flor.
Tanto tiempo sin estar a mi lado, dudas, no lo sabes, pero sí
huyendo de la tormenta que de nubes negras esconden el sol.
He visto el atardecer, una y otra vez, nuestra silueta en la sombra
Te amo, y mi amor aleja las dudas de  tus ojos verdes.
 
Tu me llamas con corazón galopante, y cuando me llamas todos se alejan.
Estuvimos tantas tardes viendo como anochece y nos besábamos, sí,
y nos sobrevuelan mil mariposas yéndose a dormir,
al caer la tarde, nos besamos los dos.
Tú me llamas con el alma encogida, pensando que me voy a ir,
en barcas que se alejan en el mar, de ti.
En el cielo se retuercen los rayos en deslumbrantes ramas,
en peinetas que se ponen boca arriba.
 
Mis manos cogieron las tuyas acariciándolas.
Te amo tanto, desde tanto tiempo te quiero tus ojos esmeraldas.
Que por Diosa del olimpo te imagino.
Pídeme lo que quieras, rosas azules, cascabeles y caballos
zaínos toros, y rosas rojas y amarillas, ósculos tiernos.
 
Y yo te deseo, como la sal a la mar, como las piñas al pino.
 
 
Alfonso J Paredes

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