Quiero beber del licor febril de tu ser Quiero devorar el manjar prohibido
poemas muertos palabras perdidas en mis noches en vela versos que pasean en la calesita eterna
Lluvia, autos, ruido Ómnibus que van y vienen Jueves en Montevideo Café, música, suspiros Las horas pasan
El cielo, las estrellas Las cenizas que todo lo cubren Cubren la noche, El suelo, el mar, Cubren mi alma
¿En qué me has convertido? Me has despojado violentamente de todo vestigio de razón ¿En qué me has convertido?
Esta masa difusa de hastío Esta película monocromática en cámara lenta
Ya no soy Estoy despojada Como los árboles De sus ramas Después del vendaval
Es un suplicio como una sed inextinguible en el desierto árido y vasto sin tener al alcance el oasis de tus labios
no es soledad no es tristeza ni amargura es el vacío de una ausencia
Escucho el río Ese río que parece mar El ruido de las olas Que llega desde el Sur Escucho los autos
“La ciudad donde nací la dejé hace mucho tiempo” Escucho que dice una canción Los acordes llegan Desde una esquina del cuarto
Me pregunto Si en algún mundo alterno El espacio y el tiempo Fueron benignos Si sentí tus labios
Duele tu ausencia, Mi soledad escondida En el deseo de tu piel Duele saberte lejos, Entre otros brazos,
mi muso ignorante el numen profano de esta alma mendiga que implora sosiego a cambio de versos ignotos
Te veré partir Sin verte llegar Te veré partir Con el futuro sonriendo Y yo acá, quedándome