Soy tu maestro de música: no estoy para estupideces.
Acudes a mí esperando aprender piano, guitarra, flauta, canto lírico, canto coral, contrabajo, violín, violonchelo, clarinete, percusión, ukelele...
Quiero decirte que mi misión no es satisfacer tus deseos. Tampoco estoy aquí para que establezcas esa ansiada conexión entre tu fascinación por la música y el instrumento que has elegido.
No voy a elevar tu alma a través de la música. Lejos de eso. Voy a aplastarla.
Voy a encargarme de cortar todo vínculo que conecte en ti la música con el placer.
Voy a enseñarte que música es sacrificio, sufrimiento, maltrato, desazón, sudor y lágrimas de sangre.
Voy a hundirte en un turbio y denso océano de técnica y práctica aciaga.
Quiero advertirte que detesto todo lo que suena en la radio o en la televisión, así que ni se te ocurra pedirme que te enseñe a tocar alguna canción de moda.
A decir verdad, me molesta que hayas venido. Tengo cosas mucho más importantes que hacer. Me fastidian tus errores de afinación y entonación. Odio que seas un erial viviente de ignorancia. Desearía decirte que no lo vas a lograr, que te dediques a la alfarería, no se, al teatro vocacional.
Y tal vez te lo diga.
Tal vez te excluya del coro de Primer Grado y te condene de por vida a sentir vergüenza de tu propia voz. Tal vez te sentencie a tal número de ejercicios y enumere solo tus errores y jamás tus aciertos, de modo que termines aborreciendo hasta el estuche de tu instrumento.
Tal vez me violente si no aprendes más rápido y me ponga tenso, y convierta tu clase en un martirio, donde el aire se corte con navaja, donde te suden las manos y te tiemblen por miedo pánico a caer en la cuerda equivocada, en la clavija que no era, o en la tecla de al lado.
Por otra parte, si aprendes rápido, más vale que lo sepas, también me molesta. Quién te crees que eres?  Mozart? Acaso pretendes ser mejor músico que yo?
Acaso buscas  trascender y disfrutar con alegría del arte?
Olvídalo.
Si consigues soportar este camino espino serás como yo, sectario y criticón. Oscuro y reconcentrado. Alérgico a los cambios y a las novedades. Adorador de supuestos genios remotos y ultra intelectualizados. Receloso de la juventud y sus frescos descubrimientos.
Soy tu maestro de música. Esta cara que ves, la tengo bien ganada después de practicar y practicar, y soportar la humillación de mis antiguos maestros y profesoras de música, que me hicieron entender con los años, que no había porqué amar esto que ahora creo que odio.
Soy tu maestro de música.
Por favor, no me hagas caso...