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Cabriolas

Si intentase intencionar algún aspecto
de fundamentos sólidamente simétricos,
cabe decir que si a la par esta mente visceral,
desgarrada, atónita, concluye en una
postración ante el espíritu, tan invisible como visible resultando esta unión en
una circunstancial explosión de interrogantes cual cartuchos sobre ambas
esferas, lo tangente por tanto se suma a la
necesidad de tangencia imperativa, superpuestas las pisadas al gris enlosado
lapidario del infecto subdesarrollo de
cegante neblina, y la no menos aparatosa
convicción de saltos burlescos o constituyentes en otro espacio de propuestas
de vida, intentivas que sopesan esa intencionalidad fallida en favor de un
planteamiento menos uniforme, con más
ahínco en postular el segmento que vuelca
a un si-mismo al camino donde los espinos
acarician los pies.
Fuese cualquier tendencia al funambulismo,
esa cuerda alambrina por la que se pasea
la inconclusión de los aspavientos con
pértiga, y dar un paso en dirección del
mendicante viajero, encendida la tenue
lámpara con el fin de ahuyentar las negras
sombras del amasijo de árboles retorcidos,
de un fantasmagórico bosque o fuese en otra
disolución la destilería que en sus alambiques
fermenta el néctar de la primavera.
En cualquier almacén nos haremos, nos
apropiaremos de un tejido sintético e
hilaremos un sudario, allí, en los barrizales
donde hubo antes pastos de ganado lanar
ahora en armamentístico desuso, con el calibre del mordisco hambriento de sarcasmos hacia la potencia tractora,
para en otro redil con cabriolas de adentro que se vuele junto al pájaro de semilla
y tela de araña, intentándolo.
Preferido o celebrado por...
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