POESÍA JAPONESA
Cansancio infinito en un cuerpo destrozado por tanto, sufrimiento. Con el paso lento, muda va avanzando por tu cuerpo,
La niña enamorada sonríe bobamente los ojos abstraídos ve en las nubes mil corazones
Me mata no guiarte en la oscuridad estoy siempre ahí para ti deberías saberlo déjame ayudarte vamos a volar de nuevo.
Hay hombres que no sienten, su corazón solo es un trozo de azulejo caído en la cocina. No saben amar, dicen: “te quiero” pero no saben
En el cerezo. Tela de seda líquida teje la araña. Junto al rosal el eco de la lluvia.
Aún me sorprendo cuando me besa como si no mereciera esa caricia, es como si recibiera de pronto un premio que no es mío; y, siento una alegría
Me he enamorado de ti por favor no tengas miedo esperaré a que tú lo hagas de mí. Bajo el cielo azul yo sé que me am… pero no quieres verlo
Todos tenemos deudas que pagar todos tenemos recuerdos perturbado… todos alguna vez tenemos el deseo… todos tenemos un corazón al que ll… Todos hemos sentido una lujuria qu…
Ya no recibe un beso al despertar, él se va sin decir adiós. Hace tiempo que no es feliz, lágrimas caen al suelo, veinte años casados, diez desde que él una mañana fría se fue al trabaj...
Mucho más allá del tiempo, más allá de la noche, a través de los sueños, en aquel lago, allí, te esperaré.
Bajo el cerezo disfrutan del hanami. Brota la vida. En ese prado vuelan a ras de suelo.
La brisa tibia de tu aliento en mi rostro trayendo un beso. Va abriendo nuestros labios y cerrando los ojos.
Medias de seda esperan manos suaves dedos las rozan enervando sentidos erizando la piel.
En mi pecho una rosa carmesí me recuerda el amor que me tuviste en aquel otoño de 1940. Cierro los ojos me recreo en aquellos besos
Cuando no esté no oiré la bella lluvia en mí caer. Hoy partiré en silencio, de los campos de otoño.