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A VECES IRSE ES GANAR LA GUERRA

Era una tarde de noviembre
paseando por el Albaicín
lo vi por última vez,
me miró con sorpresa
cerveza en la mano.
 
Sus ojos rojos
me miraban de arriba a abajo
yo sentí el cuerpo
y mi corazón saltar
por S. Nicolás para
no volverte a mirar.
 
Te dejé ir para siempre
hay un caballo en ti
que siempre me gana las carreras.
 
Un caballo blanco,
derritiendo venas rojas
de luto tuve el alma,
joder, ¿nunca viste
que morías lentamente?
 
Te amé tanto que al irme
dejé en el calendario
una marca de dolor
una cicatriz indeleble.
 
Qué extraño
que los sufrientes
seamos los condenados.
 
Puto caballo que me
has quitado su vida,
dejándome vivir
entre el límite de la
vida y la muerte.
 
Aún tengo en los dedos
el tacto de tu piel
los besos profundos
apasionados, calentándonos
hasta morir.
 
Miro Plaza Larga
quiero irme de aquí,
a veces irse es ganar la guerra
acabar es sinónimo de empezar.
 
Reinventarme porque me lo debo,
no quiero volver a ese pasado
que me cierra puertas y ventanas.

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