POESÍA JAPONESA
Cuando vuelvas ya no estaré me habré ido a algún lugar traspasando la frontera de la soledad.
El dolor de la ruptura de un amor, aún vivo y palpitante, te marca hasta las entrañas. Pero puedo vivir sin ti. Mi corazón salvaje,
Me dijiste que eternamente estarías por mí, ahora sé que mentías como siempre, y no te quiero perdonar.
Todo duele, todo me asfixia, lágrimas rotas caen en pedazos sobre mi regazo. Toda por dentro
¡Cómo voy a mirar tu bellísimo rostro, tu piel perfecta, que ni un lunar la desmerece! ¿Qué haré contigo, amor?
En la arena, lamiéndonos el mar la piel, sentí tus ganas revolcándose en mi cuerpo. Mis piernas te envolvían
El lirio blanco aromando el camino. Cerca mí casa. En la ventana las orquídeas blancas.
Amar es sentir la vida florecer en los latidos de tus sienes. Amar es consumirse en el ardor del fuego
Hay miradas insondables, caes en ellas y ya no puedes salir… Ahí me quedé en tus pupilas, llena de deseo y lascivia. Me sube una fiebre perversa,
Llueve en la noche bajo el soportal besos, las bocas ávidas buscan la piel desnuda en el rincón oscuro.
Reina y guerrera en tus manos el mundo, fuerte y aguerrida. Voraces los deseos que en mí despi… te beso con la mirada,
Te veo desnudo pleno, y te anhelo tanto que el corazón se hace boca para besar en tus labios, el hechizo de un sueño.
En el río Darro tus pies bañabas, en la fría agua como un niño disfrutabas. Entre dos luces
El tren me trae, la soledad dorada, hilando mí alma. Aquel otoño bordé en aquel pañuelo,
Mentías, cada vez que hablabas, jamás has sido capaz de amar, solo, abandonado por todos, te encontrarás. Eres un soberbio, altanero,