POESÍA JAPONESA
En la arena, lamiéndonos el mar la piel, sentí tus ganas revolcándose en mi cuerpo. Mis piernas te envolvían
Abro los ojos siento el calor de tu cuerpo, me apoyo en la almohada y contemplo el mapa de tu cuerpo. Una oleada de ternura me envuelve
No levanto cabeza, todo es tristeza, veo delante de mí un camino negro, donde mis pasos me llevan
Conocerte fue ver el sol dentro de mi pecho iluminando cada centímetro de mi corazón. Recuerdo tu pelo que mis manos deseaban amasar, acariciar
Mira la luna como contempla la ciudad dormida mira como quita la pena; esa que a veces nos atrapa.
Lo admito siento temor de sentir este temprano amor por ti. A pesar de mis recelos
Sobre mi boca dibujando una lágrima, en la tez nívea aflora del olvido; sonando al alba
La felicidad será estar contigo. No sé cuándo. Será en el momento ideal... y será
Esa ventana ciérrala enseguida no deseo ver mis ojos gimiendo asomados al espejo, ya, ardiendo del dolor provocado por la vida. A oscuras mi corazón va latiendo
Aquel beso etéreo en el arrebol me despertó la memoria de tu piel en mí. Nos dijimos amor
Tengo que conseguir salir de aquí, te besaré te amaré hasta morir encima de ti. Pero debo de continuar
Miré como metías los pies en la frescura del río Darro. Me guiñaste y sonreí, el cielo resplandecía
Te busco por las calles, llenas de gente, en la orilla del mar donde no hay consuelo, en las olas que rozan
Mis senos duros turgentes, con circunferencias perfectas, los miro, mientras contemplo por el rabillo del ojo, unas flore… ajadas, muertas.
Me dijiste que eternamente estarías por mí, ahora sé que mentías como siempre, y no te quiero perdonar.