No preguntes, qué fui yo, en otros años,
como queriendo encontrar
la clave para nuestro amor.
Porque exquisitos son
los planes espontáneos
y las historias que puedan
escribir nuestras manos hoy.
Entiendo, que le temes al fracaso.
Pero no cuestiones
el destino de los dos.
Deja que el enigma
se revele paso a paso,
sin escuchar los supuestos
de nuestra propia voz.
Tan solo,
regálame un momento
para dibujar tus labios,
divinizados por su mudo esplendor,
y, enajenarlos de esta emoción que siento
mientras agradezco,
por su incitantes formas,
la gran inspiración de Dios.