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Milton

Soneto

Más acá de los ojos, le delego
a mi entraña la voz. La luz, ingente,
se afirma, en mi interior iridiscente,
como un ficticio, mentiroso fuego.
 
Más acá de los ojos, cuando juego
a inventarme colores, soy consciente
de que el sentir desorbitadamente
es el don de unas vísceras de ciego.
 
Parpadean mis manos. Carbón y oro
confundo en mi ceguera. Pero lloro
queriendo ver el mundo con el llanto.
 
Si hay claridad en mi interior, qué duro
saber de la existencia de lo oscuro.
  Qué mal sabor de pecho es el espanto.

(1999)

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