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Programa de vida

Nacer profundamente irritado.
Gritar de tal manera
que todos se vuelvan hacia el grito
buscándole su pedestal
de lobo.
Hacer que por los labios entreabiertos
se fugue del pulmón en llamas
la vocal militante.
Ensayar muy pronto los primeros pasos
para aprender a pisotear los insectos
que lanzan pequeñas tarascadas a los talones.  
Concebir en la cuna nuestro primer proyecto  
subversivo.
No dormir en la almohada (donde anidan los más tibios  
ademanes maternos)
sino acurrucamos en nuestro propio puño.  
Apachurrar las lágrimas
entre el dedo pulgar y el índice.
Hallarse preparada en todo momento
para desenfundar nuestra mejor injuria,  
cortar cartucho y pasear los ojos
por un jardín de pulsos extraviados.
Buscarle la espinilla a los dioses.
Poner,
desde pequeños,
a nuestro oído en guardia  
contra todo
canto de sirena y variaciones.  
Desoír la varita de virtud,
sus tristes erecciones.
Rechazar el noviazgo que nos pone
las primeras esposas en las manos.
Luchar a sangre y sexo.
Escribir un epigrama que genere  
cuarteaduras en los muros
del partido gobernante.  
Pero no confiar demasiado
en las virtudes catastróficas de la lira, 32
en la toma del poder por los endecasílabos.  
Buscar pacientemente en cada cuerpo
el punto en que se esconde la ternura.
Darle piel abierta a la caricia.  
Organizar una manifestación  
que corra, tumultuosa,
a escuchar en el zócalo un recital
de poesía.
Contemplarse las manos,  
a la hora de morir,
y pensar en las obras
firmadas por sus huellas digitales.
No tener temor a la muerte.
Enseñar a los cojones a deletrear el infinito.  
Morir tranquilo, en fin, tranquilo.
En paz, serenamente,
si se está convencido
de haber colaborado
con un grano de pólvora
al bendito desorden que se acerca.

(2008)

#EscritoresMexicanos El De me pertenece poco tiempo un

Piaciuto o affrontato da...
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