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El pájaro ya no dejara el nido

Apenas y se asomaba,
Por la única ventana,
Que daba a la calle.
 
Era un hombre amenazante,
Para los vecinos un asaltante,
Que escondía sus habilidades,
En atuendo de vigilante.
 
Puntual y electrizante,
Cada que salía y fingía,
Que era quien decidía,
La suma de un nuevo día.
 
Apenas y mencionaba palabra,
Era un antisocial,
Un náufrago de cristal,
Sentenciado a la soledad.
 
Que firma la sociedad,
Desde una campaña,
Sin gracia.
 
Un iris sin color,
Una ventaja del impostor,
La usual manipulación.
 
Sin inmutarse los conocía,
Quizás ellos le impusieron,
Terror para ser el muerto,
Y no escribir sobre ellos.
 
Los verdugos del silencio,
Él ya ajeno,
Susurraba un regreso,
Que nunca llegaba.
 
Dormido cantaba,
A su fantasma,
La imagen perpetua,
La misma cubierta.
 
De un desaparecido,
De un solitario ofendido,
Que encontró la osamenta,
De ella entre la tierra.
 
De un lugar nunca conocido,
Un pequeño aviso,
A la próxima es contigo,
Si aún te interesa la noticia.
 
En el periódico,
Que niega el sismo.
Sin importar si ha llovido,
Sobre la cierta intransigencia,
Del patrón corrompido.
 
Que sabe y se carcajea,
Del dolor de un marido,
De lo que el dinero ofrecido,
Consigue en las grandes esferas.
 
El sin ser habitual,
Se convierte en orfandad
Y transita como perdido,
A un paso del suicidio.
 
Siente un maldito abismo,
Mensajes pendientes asistidos,
Por la locura de sus llagas.
 
Le sigue platicando,
De sus traumas,
Le dice no te preocupes,
Espérame en tu siguiente beso.
 
Se que no pudiste  regresar,
Pero duele el pendiente,
De decirte cuanto te amo.
 
Que sin ti las horas son minutos,
La condena un largo fruto,
Las fotografías un ayuno,
Previo a morir de hambre.
 
Luego se aleja del recuerdo,
Sale a la calle y en vida pena,
Es solo un caminante.
 
Que se vuelve,
Entre las calles,
Que la busca,
Que no la escucha.
 
Mientras el barrio habla,
De un indiciado al prejuicio,
Un infravalorado vecino,
Que nocturno camina,
Con la tortura de saber.
 
Que no importa si corre,
Si grita o vuela,
Si rompe sus cadenas.
 
Su más grande amor,
Su destino del corazón.
Jamás regresara a casa.
 
Un auto negro y sin números,
Lo marca con un rojo vivo,
Para después reportarse,
“El pájaro ya no dejara el nido”

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