Aquí, donde las horas son solo números en un reloj
que marcan el tiempo que me queda para sufrir y lo reniego.
Pues he planeado más mi último día de vida
que una vida y más días.
Mi adiós solemne lo he diseñado con más cuidado
que mis años de pureza, que fueron un bosque oscuro sin senderos de esperanza.
He elegido la música para mi silencio eterno:
un réquiem de lágrimas secas y sollozos mudos que no podre escuchar.
La caja de mi reposo eterno será de pino negro,
con adornos de flores marchitas y espinas heladas
que me cubrirán en mi velada,
También llevaré un vestido azul despintado,
asemejado a mi alma muerta desde antaño,
no será liso, sino con encaje deshilachado como sueños quebrados.
He vivido más en los momentos previos al adiós
que en los años que me precedieron a este final amargo,
donde el amor fue una palabra que otros decían
y yo solo un eco de frases vacías.
Mi corazón bombea con más fuerza en la cuenta regresiva
que en la suma de todos mis latidos anteriores,
cada pulsación es recordatorio de que
el final está cerca y que la vida se siente como un suspiro hacia una hoja seca, donde la última exhalación será mi libertad y mi corazón, finalmente, dejará de recordarme que viví.