Ella construía un castillo,
con materiales desgastados y poco propicios,
para la tarea de perseverar
todo esto en una atmósfera de miedos
y ropas limpias...
arrebatarle a la vida
el buen sabor del delirio
y la aventura,
era su desdichada condena,
una antigua herencia de parientes
que ya habían muerto hace mucho...
y que jamás conoció realmente.
una colección de fotos,
en papel ajado, por el lento paso de las manos,
y juguetes tristes...
la desolación en vestidos cursis
floreados absurdos,
lacrimógeno domingo en veredas anchas
rotas,
sin consuelo.