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Quédate

Hoy, me he despertado de madrugada. Y sí, has aparecido entre las cobijas que me albergaban. Y sí, has sido la fresca brisa que empapa los sueños aún esponjados que los párpados pesados me hacían deleitar.

Te fuiste de la cama, pero te quedaste en el sabor de mi saliva. Te fuiste de la casa, pero te quedaste en el dulzor de la esperanza. Y es que, jugando conmigo, alma bendita, no te vas siquiera, pero te quedas impregnada en la tonalidad turquesa de una helada mañana.
Y se abren mis ojos sino para verte huir, para ver lo que reste de tu partida. Así sea el último velo de tu prenda, o el rozar de tu mano con el torcido muro de la puerta.

Ya no guardo tu aroma, ya guardo todo tu cuerpo entero. Y me restriego, desesperado y sin consuelo, en las vagas arrugas del lado de las sábanas que grabaste con tu cuello.

Lo digo en serio, quédate.
Hazme compañía mientras juntos vemos el nuevo cielo, el fresco cantar del sosiego eterno del crepúsculo tempranero, y abrázame con tal fuerza que rompas los celos que le tengo, sin vergüenza ni añejo, al viejo suelo que te ve andar por todos lados, por todo tu cielo.

Quédate y hagamos juntos deseos, completemos eternos decesos y sacrifiquemos varios dividendos. Lo que sea para que, al final de cuentas, al final del día, estemos juntos de nuevo.

Ya no me tortures con el calor que tiene efímero tiempo, ni me hagas medio vivir con la marca de tu ropa debajo de mi cuerpo. Dame eternidad, sin desespero, dame amor con algo de prohibición para que sea más rico, para que se quede más tiempo. Pon los cardenales de tus dientes y has cicatrices en las llamas de los dedos. Cántame. Tócame.
Pero no te vayas, aguarda. Implántame una fugaz mirada, sin prisas llevadas, que se guarde hasta el fondo del alma, que revolotee por toda la espalda y descanse, sereno y con paz, por debajo de mi mirada.
Quédate y seamos lo que fuimos ya, con la sorpresa de volvernos a conocer.
Hola, qué tal.
Y seamos olvidados de lo formal, quedándote solo a formar ruidosas carcajadas, corazones de cristal con momentos de metal. Pero no te vayas. No me dejes dormir de más.
No me despiertes si es que no estás, que nada más vale la pena que verte al abrir la mirada. No me decepciones si en la cocina no se cuece tu piel con el sazón del desvelo cubierto. Ese aroma.
Y no me mal esperances si volteo al espejo y no hay una marca de jabón diciendo con prisa y sin reparo, un te amo.
No me dejes aquí.
No te alejes así.
No te vayas de la cama.
No me dejes dormir.

Piaciuto o affrontato da...
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