Exorcismos ante El grito de Munch
Hombre o mujer, endriago o fantasma, deje ya de gritar en ese puente que puede desplomarse con sus podridas vigas.
Salga ya del cuadro y dese a caminar por los pasillos del museo, salga del museo y camine entre los hombres.
¿No le aburre el mismo gesto crispado, el mismo dolor al óleo, fijo, indefinido en el tiempo del pintor? ¿No es un castigo su grito congelado a través de las edades?
Hombre o mujer, endriago o fantasma, su seco grito no logrará agrietar las paredes del museo. No llene de esos cantos –atronadores e inaudibles– mis oídos.