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Mural de las máscaras

Por los caminos ciegos, EL Trasterrado, el sin huellas. En las ciudades de cielos color de vino tinto, El Nocturno con un pájaro de sombra en los espejos.

Así cantaba El Trasterrado: “Si no tengo suelo, no tendré sombra, no tendré cielo. Me duelen el alma y las lejanas provincias del cuerpo”.

El Nocturno escribía en un maltratado cuaderno sus palabras de insomne: “Las torres de la ciudad suben y bajan por mis ojos pero tengo habitación en el olvido”.

Ahora soy el que no fui. O el que voy siendo y sucediendo. O el no sé quién de mi cuerpo. O el que mira en lejanía las edades que moran en la jaula de sus huesos. O
el que vio a un ángel sin voz persiguiendo el silencio. O el que creyó encontrar una y otra vez a la mujer que lava el agua. O el que vio al amotinado que despachaba cartas en el viento. O el ocioso que dormía en el lecho de la hierba. O Juan El Escribano escarbando en los socavones del lenguaje.

Se alejaron estas máscaras de niebla sin poder decretarles la pena de muerte del olvido.

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