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Por los teatros, anfiteatros y otros reinos innombrables

¡Éstos son lugares! Teatros de ayer demolidos aun en sus telarañas, donde los cantantes muertos han perdido todo, hasta la piel, pero no la rosa en la solapa. Cabarets empolvados cuyos meseros sirven vasos vacíos como el tiempo.

Mujeres que de tanto desnudarse en la pasarela han terminado por no tener piel.

El butaquerío de luneta duerme la larga siesta de su muerte.

Toda la orquesta ha fallecido, y si alguien soplara en sus trompetas, saldrían telas de araña, oscuros pentagramas.

La galería de ausentes silba y patalea porque cae el telón para sus vidas. Ya no aúllen, ya no alboroten, que hace mucho se fueron actrices y coristas. ¡Tantas con– torsiones que son polvo!

Por el fondo de la escena cruza un trío, sus voces secas, sus guitarras sin cuerdas, mordidos de sombras sus sombreros.

Bah: hasta el consueta duerme un prolongado silencio mientras el tiempo cambia al cuerpo de ropajes.

Por el callejón de la fama van a enterrar una voz: la cantante de opereta que ha hecho mutis ante el coro.

Sobre las ruinas del teatro brilla, más resplandeciente que las arañas de luz, la candileja de la luna.

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