#EscritoresEspañoles
Tendría alrededor de ochenta años, estaba atascada en un semáforo, como un barquito de vela bajo la tormenta,
Llora cuanto quieras sobre mi hombro, desahógate, cuenta conmigo para lo que haga falta.
Alegra esa cara, hombre —dicen, dándote una palmadita en la espalda–, hay que ser más
Están cogidos de la mano en silencio, bajo los soportales. El niño mira su columpio, muy triste,
Esta noche, por lo que a mí respecta bien podría saltar el mundo en mil pedazos. Por qué no. Y nosotros con él. Acabar. Echarle de una vez
Enamorarse es fácil. Uno puede enamorarse —sin demasiado esfuerzo— varias veces al día, a nada
Mujeres como tú son las que consiguen que se declaren las guerras y que algún general
Acaba de cruzar frente a mi parabrisas. Es ella. La recuerdo
Es inútil buscarlo. Cuando menos lo esperas, aparece en un bar. Y ya nada es igual en adelante. Un día tocas los dientes de la gloria,
Te veía llegar, cruzar la puerta, darme un besazo en el morro, mirarme a los ojos
Ándate con cuidado, que no se entere nadie de que lo pasas bien, que tu vida funciona, y eres feliz a ratos.
Sale de la marquesina y mira hacia la izquierda; vuelve y reinicia su pequeño “claqueteo” nervioso. No aguanta más, se muere, necesita
A veces —cuando observa en los bares la sana desvergüenza de los jóvene… los rescoldos de una oscura pasión avivan su mir…
Uno siempre espera que suceda algo, que algo bueno suceda, algo que le dé un giro brusco, un empujón, un bandazo
El último salvavidas al que suelo agarrarme en estos casos, el teléfono, hoy tampoco me sirve.