#Españoles
Mi mujer y mi hija, estas paredes y estos libros, un puñado de amigos que me quieren —y a los que quiero de verdad—,
El futuro es vuestro, chavales, decían, como quien te dice que te ha tocado algo,
Acaba de cruzar frente a mi parabrisas. Es ella. La recuerdo
Llora cuanto quieras sobre mi hombro, desahógate, cuenta conmigo para lo que haga falta.
En todas las ciudades que he pisado me ha parecido verte: un autobús que arranca y que no cojo,
Llegan y se van sin hacer ruido —como buenos clientes—, luego el tiempo los confunde
Mujeres como tú son las que consiguen que se declaren las guerras y que algún general
No es el de la niñez, aquellas mañanas de diciembre, a lo largo del río, hacia el colegio. Ni se trata tampoco de aquel otro
El último salvavidas al que suelo agarrarme en estos casos, el teléfono, hoy tampoco me sirve.
Hace unos minutos que ha recibido la llamada, y desde entonces no ha soltado el… Qué tristes son las lágrimas de un viejo,
Tendría alrededor de ochenta años, estaba atascada en un semáforo, como un barquito de vela bajo la tormenta,
Cosas de la edad, supongo: te da por mirar atrás,
Sale de la marquesina y mira hacia la izquierda; vuelve y reinicia su pequeño “claqueteo” nervioso. No aguanta más, se muere, necesita
Esta noche, por lo que a mí respecta bien podría saltar el mundo en mil pedazos. Por qué no. Y nosotros con él. Acabar. Echarle de una vez
Dejo el periódico sobre la barra. Enciendo un cigarrillo. Tomo