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Las añadiduras del amor

Mis manos crispadas de la ira
desatan los nudos que atan mi espíritu
y desbocados como caballos sin rienda
buscan la llanura de la lujuria

Aun llevo el sabor de tu sangre en mis labios
aun tengo la mirada borrosa por el llanto.
Soy el camino sinuoso del adiós
y el empinado cerro escarpado.
 
No he podido escapar en los años que tengo
a las abstracciones de la vorágine del dolor,
ni escapar a las añadiduras del amor.
Todo un fuego que lo consume el pecado.
 
Mis manos crispadas de la ira
desatan los nudos que atan mi espíritu
y desbocados como caballos sin rienda
buscan la llanura de la lujuria
 
El silencio se encorva con la vejez
halla un sitio seguro en la gruta de la garganta.
Me tengo a mi mismo atado al desasosiego
estoy parado en el meridano del olvido.
 
Tú desde la descolorida luna
sin aspavientos ni ligaduras
vuelas en una mariposa roja
el desandado sendero del recuerdo.
 
Galopas en tu corcel de terciopelo
por llanuras oscuras de polvorosos
caminos que no llevan a ningún lado,
solo son el círculo vicioso de tu yerro.
 
Me duele lo mismo que a ti
esta larga separación impuesta
sin conocimiento de causa
una muestra tétrica de tu descomunal filosofía.
 
La lluvia fría me trae el olor
de los funerales que desencadenan los amores;
si no fuera porque siento el palpitar
de los sentidos agitando el corazón
diría que he muerto por el dardo de tu olvido.
 
Aun respiro sueños y hay mucha lumbre
en el cielo del atardecer. Se esquina el sol
para pincelar el horizonte de luces anaranjadas
presagiando una ruidosa noche de luciérnagas.
 
Hoy peinare mis cabellos con gomina
y me pondré el traje de lino, ese que te gusta tanto.
Dejaré la camisa desabrochada un poco
para que mi corazón pueda saltar la brida.
 
Beberé una docena de cervezas
con la conspicua soledad de mis días.
Algunos piensan que me olvide de amar
luego razonan que no soy tan niño para soñar.
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