Lágrima
Es una huella del alma que resbala,
un río breve que dibuja tu pena,
no es solo cristal que la mejilla moja,
es el eco de un nudo que en el pecho truena.
Es el suspiro del corazón cansado,
un susurro de angustia que no calla,
la lluvia que inunda los jardines del miedo,
donde las flores se doblan sin batalla.
Es un mapa de sombras y preguntas,
un viaje al fondo de lo que no se nombra,
donde el tiempo se ahoga en aguas turbias,
y la noche se viste de niebla y asombra.
Es el peso de soles que mueren en silencio,
la memoria de abrazos que el viento se llevó,
es el grito sin voz, el relámpago ciego
que parte el cielo cuando el dolor gritó.
Pero en su caída, nace un nuevo camino:
cada gota es semilla que busca el sol,
riega la tierra seca de un sueño antiguo,
y abre surcos de luz en el mismo dolor.
No es rendición, es raíz que se abre paso,
un puente entre el hoy y el mañana que espera,
en su espejo se mira la fuerza del paso
que convierte el invierno en primavera.
Lágrima, eres tormenta y eres calma,
mar que enseña a navegar en la herida,
faro que alumbra en la niebla del alma,
y vuelve frágil al miedo, dándole vida.
Así, cuando caigas, no tapes tu rostro:
en cada llanto late un vuelo escondido,
alas de cristal que rompen el ostro
de las jaulas donde el alma ha gemido.
Levanta, que en tu centro hay un fuego intacto,
una brasa que aguarda su momento exacto.
—Luis Barreda/LAB