Cuando yo no esté
Cuando yo no esté, no traces fronteras:
busca entre las grietas de la madrugada,
en el susurro del café recién colado,
en la sombra larga que dibuja el alba.
Viste mis abrigos, lee mis cuadernos,
aquellos que guardan risas sin tiempo.
Si el silencio aprieta, abre las ventanas:
yo seré el refrán que canta la lluvia lenta.
No me llames muerto; soy semilla oculta,
raíz que persiste bajo tierra muda.
Bebe de mi copa, camina mis calles,
y en el viejo disco que repites siempre,
escucha mi eco entre los compases.
Si la noche es fría, acurruca el alma:
tejí mi calor en las bufandas anchas.
Riega las macetas, cuida los geranios,
que en cada pétalo late un suspiro mío.
No habites el llanto; píntate de vuelo.
Aprende a escuchar el lenguaje del cielo,
el murmullo agudo de los estorninos,
el ritmo secreto de los caminos.
Y si el vacío muerde, inventa un encuentro:
en el pan recién hecho, en el vino tierno,
en el niño que corre con un globo rojo,
ahí estoy, sigiloso, hecho pedazos de hoy.
No me busques lejos: soy la luz cansada
que se aferra al muro cuando el sol se apaga.
Soy el verso antiguo que el viento repite,
la canción que nunca lograste escribirte.
Un día, sin prisa, al doblar la esquina,
sentirás mi aliento mezclado con brisa.
No seré un retorno, ni un adiós truncado:
seré el lazo invisible de todo lo amado.
—Luis Barreda/LAB