Loading...

La visita

Me encontraba conmigo,
en esos momentos eternos
donde el tiempo y el espacio no existen,
ese mismo donde
las víctimas y los victimarios se funden
en un compulsión de eyaculaciones masturbatorias,
con una pizca de culpa y otro tanto de rabia,
y se terminan difuminando
en una corresponsabilidad amorosa.

Hacía silencio,
saboreaba el ruido ensordecedor
que me llevaba allí,
a ese espacio tan mío,
a mi unidad corporal,
a mi sentir gástrico,
a mis huellas,
a mis memorias vitalicias.

Entonces, oí la puerta,
estaba allí, de pie, esperando que le abriera: el abandono.
Ese caprichoso gruñón,
estaba allí, en mi puerta, para decirme algo
al oído, con la promesa de no repetirlo jamás;
a paso lento, sin prisa, me susurro:
yo no vengo a ninguna casa sin ser invitado.

El ambiente se puso tenso, respiraba con dificultad,
mis sentidos cesan, se desconectan,
quedo sin consciencia. Postrado.

¿Qué quiso decir el abandono cuando tocó a mi puerta?
Me lo merezco,
soy torpe,
estúpido,
mi madre tenía razón,
si tal solo hubiese rezado más,
es mi destino.

Pero, ¿qué estoy diciendo?
He sido el blanco de todos mis opositores,
me han enseñado a bajar la cabeza,
han vaciado mi casa los ladrones de motivos,
pero antes de irse han aceitado el arma y
han puesto en ella una bala.

Pero, ¿realmente el abandono está conmigo?
¿ha venido a quedarse?

Espera.

Recuerda qué te dijo, me repito:
“yo no vengo a ninguna casa sin ser invitado”.

Exhalo. Expulsando de mi un vaho denso, como neblina.

Descanso.

Vuelvo a inhalar.

Sostengo.

Vislumbro y vuelvo a exhalar.

Comprendo.

El aire sube, liberando mucho más oxígeno.
Mis pulmones se ensanchan.

El abandono no entró nunca. Yo lo absorbí.
Entró a casa en mis pulmones.
El no tiene cuerpo, se alimenta de quienes no valoran tenerlo.

Entonces, soledad, ¿qué hizo que lo absorbiera?
Y ella, como un eterno abrazo me responde:
tu miedo a seguirte encontrándote.

Y ahora, ¿qué hago?
Abraza a tu miedo, el es solo un mensajero, a veces disfrazado
de niño o niña pequeña. Sonríele, siéntalo en tus piernas, y abre todas esas cartas que no has leído para cumplir tus sueños. Recuerda que yo estaré haciéndote compañía siempre, pero si decides abandonarte, hasta allá no podré llegar porque a diferencia del abandono, yo decido qué invitaciones aceptar y cuáles no.

Other works by Marco Turbay...



Top