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Al reencuentro de la deriva perdida

no vivo en la intemperie
pero soy hijo de la deriva
cada tanto llegan esos temblores
como olas de un mar vacío
cada tanto, de vez en cuando, a veces
siempre llegan, siempre están
y me entrego a la marea, me dejo conducir
salgo a naufragar, sin importar si es de día o de noche
o naufrago hacia adentro, disecándome el hígado
sorbiéndome las cuencas de los ojos
soy hijo de la deriva
heredé sus malestares
sé que va a empeorar,
pero no hago nada,
 
lo veo venir como un tren desde lejos,
se escucha el trajín de las ruedas,
se sienten las vibraciones delicadas del suelo,
y al fin me estremece la colisión
porque siempre estuve en medio de las vías

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