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Funerales de Hernando de Soto

Bajo el lábaro umbrío de una noche silente
que empenachan con luces las estrellas brillantes,
el Misisipí remeda un gran duelo inclemente
al arrastrar sus aguas mudas y agonizantes.
 
De los anchos bateles un navegar se siente;
brota indecisa hilera de hachones humeantes,
y avanza por la linfa como un montón viviente
aquel sepelio extraño sin cruces ni cantantes.
 
Hace alto el cortejo. Se embisten las gabarras;
al coruscar las teas los rostros se iluminan
y fulgen las corazas que el séquito alto lleva.
 
Cien lanzas cabecean. Echa el cocle sus garras.
Y entre las olas turbias que a trechos se fulminan
el féretro se hunde y la oración se eleva.
Preferido o celebrado por...
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