Si tan sólo pudieras apretujar un poco tu soledad
hasta hacerla caber en tu bolso de mano
como un perfume de Givenchy.
Arrancarla de la oscuridad del ropero donde duerme
y vestirla con los colores más chillones
envolviéndola en un aire permanente de fiesta.
¡Ah, si pudieras!
Invitarías a todos tus amigos
—los de siempre —
los ausente—presentes porque nunca se han ido
e intentaríamos exorcizar a la maldita
desterrándola a los confines del olvido.
Pero ya es demasiado tarde.
La vida te robó un pedazo de tu sonrisa
y quizá un poco del brillo de tus ojos.
No hay nada por hacer.
¿Por qué no tiendes tus años locos sobre un lecho
y le cantas nanas al pasado?