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La tristeza

En un viejo sillón de mimbre
—el favorito de Musulungo —
está sentada la tristeza.
 
Me deslumbra la belleza de su rostro.
Sobre todo sus ojos
que escrutan atrevidos los rincones
y acaban posándose fijos en mí.
 
Me conmueve también su sonrisa,
nunca tan cerebral como la que Leonardo le pintara a La
Gioconda,
pero apenas esbozada.
 
La tristeza es una frágil muñequita.
Es tan frágil que cuando la toco
se deshace tímida entre mis dedos.
Otras obras de René Dayre Avella...



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